Tener ideas
La creatividad o pensamiento divergente nace de la imaginación. Un niño de escuela y un universitario al solicitarles realizar una determinada actividad creativa, sin dudarlo, el niño será el más entusiasta en elaborar su creación con su toque de fantasía e imaginación, en cambio, el adulto encontraría más de una dificultad pensando si lo que hace sería válido y qué repercusión tendría.
Cuando nos referimos a creatividad no se trata solamente del acto artístico en sí. Uno puede ser muy creativo en su vida y no saber dibujar, pintar o escribir. La escuela clásica nos aleccionó a que sólo en la clase de arte se desarrolla la creatividad. No nos dijeron que la originalidad y la imaginación son la fuente fundamental para conseguir cualquier logro.
Todos nacemos con esa capacidad creativa, los niños tienen esta capacidad pero la van perdiendo poco a poco a medida que avanza su escolaridad.
Irónicamente, es la escuela la que contribuye a que esto ocurra. Con un modelo de escuela basado en normas disciplinarias y sin libertad de expresión, con los mismos esquemas mentales de hace siglos, con cada vez más pruebas estandarizadas. y con escaso valor pedagógico, con un currículo cada vez más cerrado, con deberes inconexos y ejercicios que no dejan pensar, con una escuela donde hay temor a equivocarse y el error es determinante, en el que las materias instrumentales adquieren un peso definitivo y la competitividad por tener una determinada nota sigue imperando, entonces es en este modelo de escuela donde no hay cabida para la creatividad. Picasso decía: “todos los niños nacen siendo artistas; el problema es seguir siendo un artista cuando crecemos”.
En la sociedad actual los títulos académicos son menos concluyentes para obtener un puesto de trabajo y a pesar de ello los programas de enseñanza se basan cada vez más en las inteligencias lingüística, matemática y ahora “bilingüe” dando una mínima importancia a otras tan necesarias como las primeras.
Howard Gardner describe que el ser humano tiene, por lo menos, ocho inteligencias diferentes, cada una desarrollada de un modo y a un nivel particular. Corresponde a la Escuela y al Maestro potenciarlos y desarrollarlos para el porvenir de la sociedad, de nuestro futuro.
Se necesita un cambio de mentalidad, de compromiso y de colaboración entre familia, escuela y sociedad. El proceso de enseñanza aprendizaje debe ser creativo, sensible a los problemas, en la búsqueda de posibles soluciones, de formular hipótesis y de llegar a resultados. Solo cuando consigamos el desarrollo de otras capacidades tan necesarias en los niños, permitiremos que la creatividad esté en las escuelas.
La escuela debe ser el motor de la sociedad y debe enseñar a las futuras generaciones para cambiar el mundo. Hay que repensar qué modelo educativo queremos para fomentar todas las inteligencias en nuestras escuelas y por tanto para nuestra sociedad.
Solo a través de la creatividad conseguiremos ser libres y estar motivados para poder llegar a descubrir qué es aquello que nos gusta más, conocer nuestra vocación y despertar nuestras pasiones. Solo cuando hagamos las cosas que nos gusta hacer las haremos mejor y seremos más productivos. Como dice Ken Robinson maestro de la creatividad, “descubrir tu pasión lo cambia todo”.
Comunicación
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El respeto es un valor en cualquier relación social, es por tanto una condición vital para una Comunicación buena, en la escuela y las relaciones interpersonales que surgen y nacen de ellas entre todos sus miembros ( Colegio, Alumnos, Profesores, Familia)
La comunicación de respeto se manifiesta ante la institución escolar en general y hacia el edificio en particular.
El respeto, en su etimología, derivado del latín “respectus” significa ver de nuevo; tratar al otro en consideración a su dignidad humana, y en su caso, respetando jerarquías, por ejemplo cuando el alumno se dirige a un maestro o personal directivo. Con respeto a la institución escolar se deben aceptar las reglas impuestas; y en cuanto al edificio, respetarlo significa cuidar las instalaciones, usándolas de acuerdo a sus fines (no escribir los escritorios ni las paredes, no tirar basura o papeles al piso y no dañar las instalaciones en general).
Se pierde el respeto cuando se insulta, se grita sin motivo, se menosprecia, se humilla, no se escucha, se engaña, o se miente.
Si falta el respeto es esperable que la escuela se convierta en un lugar ajeno a su fin primordial que es la enseñanza de valores, entre los cuales el respeto es fundamental para lograr formar ciudadanos dignos de vivir en una sociedad democrática. Una escuela donde no prima el respeto será un lugar donde la convivencia resultará caótica, y enseñar, prácticamente imposible.
Aunque esto parezca natural, es frecuente que las faltas de respeto se presenten en los establecimientos escolares y que se violen las normas de convivencia. Será responsabilidad de maestros, directivos y el apoyo fundamental de la familia cuidar el cumplimiento de las reglas, negociar democráticamente, escuchar, pero siempre estableciendo límites claros, siempre respetando, ya que el respeto se enseña siempre desde el ejemplo.
Técnicas de estudio
En términos generales, existen millones de artículos, libros y manuales con técnicas de estudio, pero la pregunta más frecuente es ¿Cómo le ayudo a estudiar o aprender a nuestros hijos ? y saber si estoy haciendo lo correcto.
me llamó la atención el siguiente artículo que entrega algunos tips que ojalá les sea de utilidad.
1. Un ejemplo vale más que mil sermones
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Desde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.
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Podemos aprovechar las costumbres cotidianas -como saludar, comportarnos en la mesa, respetar las normas al conducir- para que adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen responsabilidades.
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De nada sirve sermonearle siempre con la misma historia si sus padres no hacen lo que le piden.
2. Comunicación, diálogo, comprensión
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Las palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos mejor y expresar todo aquello que sentimos. Por eso, incluso durante el embarazo, hay que hablar al bebé.
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Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin prisas, contarle cuentos y también dejar que él sea quien nos los cuente.
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¿Has probado a hacerle una pregunta que empiece con «Qué piensas tú sobre...»?Así le demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá querido y escuchado.
3. Límites y disciplina, sin amenazas
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Hay que enseñarle a separar los sentimientos de la acción. Las normas deben ser claras y coherentes e ir acompañadas de explicaciones lógicas.
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Tienen que saber lo que ocurre si no hace lo que le pedimos. Por ejemplo, debemos dejarle claro que después de jugar tiene que recoger sus juguetes.
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Es importante que el niño -y también nosotros- comprenda que sus sentimientos no son el problema, pero sí las malas conductas. Y ante ellas siempre hay que fijar límites, porque hay zonas negociables y otras que no lo son. Si se niega a ir al colegio, tenemos que reconocerle lo molesto que es a veces madrugar y decirle que nosotros también lo hacemos.
4. Dejarle experimentar aunque se equivoque
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La mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidar de ellos física y emocionalmente, pero con límites.
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La sobreprotección a veces nos protege a los padres de ciertos miedos, pero no a nuestro hijo. Si cada vez que se cae o se da un golpe, por pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarle, estaremos animándole a la queja y acostumbrándole al consuelo continuo. Tenemos que dejarles correr riesgos.
5. No comparar ni descalificar
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Hay que eliminar frases como «aprende de tu hermano», «¿Cuándo vas a llegar a ser tan responsable como tu prima?» o «eres tan quejica como ese niño del parque».
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No conviene generalizar y debemos prescindir de expresiones como «siempre estás pegando a tu hermana» o «nunca haces caso».
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Seguro que hace muchas cosas bien, aunque últimamente se esté comportando como un verdadero «trasto». Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera.
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Frases como «tú puedes nadar igual de bien que tu hermano, inténtalo. Ya lo verás» transforman su malestar en una sonrisa y le animan a conseguir sus metas.
6. Compartir nuestras experiencias con otros padres
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Puede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo, algo muy frecuente a determinadas edades, puede dejar de ser una fuente de angustia tremenda y convertirse, simplemente, en una fase dura pero pasajera. Frases como «no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo», pueden ayudarnos a relativizar los «problemas» y, por tanto, conseguir que nos sintamos mejor y actuemos más tranquilos.
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Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo actuar, siempre podemos consultarlo con un profesional. No tenemos nada que perder.
7. Hay que reconocer nuestras equivocaciones
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Tenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que seamos malos padres. Lo importante es reconocer los errores y utilizarlos como fuente de aprendizaje.
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Una frase sencilla como «perdona cariño, refuerza su buen comportamiento y nos ayuda a sentirnos bien.
8. Reforzar las cosas buenas
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Está comprobado que los refuerzos positivos gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más eficaces a la hora de educar que los castigos. Por eso siempre debemos darle apoyo afectivo y dejar que sea él el que, según su capacidad, resuelva los problemas.
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Los niños son muy sensibles y los calificativos como «tonto» o «malo» les hacen mucho daño y pueden afectar de modo negativo a la valoración que tienen de ellos mismos.
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Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentirse valiosos y queridos. Si le premiamos con caricias, abrazos o palabras como «guapo» o «listo», estamos construyendo una buena autoestima.
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Tan importante como rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.
9. No hay que pretender ser sus amigos
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Aunque siempre conviene fomentar un clima de cercanía y confianza, eso no significa que debamos ser sus mejores amigos.
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Mientras que entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencia, protección pero también nuestras normas.
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Buscar su aprobación continua para todo puede ser un arma de doble filo, ya que la amistad también es admiración y confianza y le resultará muy difícil confiar en nosotros si no sabemos imponernos.
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Un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.
10. Ellos también tienen emociones
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A veces pensamos que solo nosotros nos sentimos contrariados y que los niños tienen que estar todo el día felices. Pero también tienen preocupaciones.
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Su mundo emocional es igual o más complejo que el nuestro, por eso conviene dar importancia a sus emociones y ser conscientes de ellas. Debemos ayudar a nuestro hijo a poner nombre y apellido a lo que experimenta y siente.
Asesor: Raúl G, Psicólogo.
Educación de las Emociones
Una de las principales preocupaciones de los padres hoy en día es la educación de sus hijos, pero en muchas ocasiones olvidamos un aspecto imprescindible para el óptimo desarrollo del niño, la educación emocional y la gestión de ellas.
Dar educación emocional a un niño, es enseñarle a enfrentarse a los problemas que se presentan a la largo de su vida de una manera adecuada. Lo que va a tener beneficios no sólo en la infancia sino también en la edad adulta, adquiriendo herramientas para vivir en sociedad.
En los primeros años de vida, los niños poseen una importante plasticidad cerebral, por lo que es en esta etapa donde el aprendizaje es especialmente importante para el enriquecimiento adecuado del área cognitiva como afectiva.
La inteligencia emocional consiste en disponer de habilidades que nos sirven para reconocer nuestras emociones y las de los demás y gestionarlas adecuadamente.
Siempre se ha asociado el éxito a la inteligencia cognoscitiva, pero en los últimos años se sabe que dicha inteligencia no va directamente relacionado con resultados positivos académicamente y mucho menos a la felicidad. Para poder lograr dichos resultados es necesario un desarrollo emocional adecuado.
Una persona con inteligencia emocional tiene confianza en sus propias capacidades y mantiene relaciones satisfactorias con los demás, siempre comunicando adecuadamente lo que piensa y siente a la vez que tienen en cuenta las emociones y sentimientos de los otros. Tiene una autoestima alta, se siente motivado a afrontar desafíos y tiene recursos suficientes para solucionar conflictos, enfrentar la vida.
Enseñar a los niños a reconocer y gestionar emociones, les permite incrementar la percepción de control sobre aquello que les ocurre, lo que es fundamental para un adecuado desarrollo de su autoestima y autoconcepto. El compartir las emociones con los demás es fundamental para el desarrollo social de nuestros hijos. Las personas con una adecuada tolerancia a la frustración mantienen unas relaciones sociales más satisfactorias.
Para un niño el tener amigos es hacerle sentir parte de un grupo, recibir apoyo en los momentos que lo necesita, compartir experiencias, intereses, todo esto a su vez le ayuda a construir una adecuada imagen de sí mismo.
La manera más adecuada y divertida de educar en emociones a un niño, es a través del juego, que les permite ir incorporando recursos adecuados que luego generaliza en su vida cotidiana.
Inculcar valores a los más pequeños o lograr que identifiquen las diferentes emociones puede tener gran dificultad si no sabes cómo hacerlo. A través del juego y otros recursos educativos que les permitan aprender jugando es mucho más sencillo.
Tal y como indica el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, para que los niños sean emocionalmente inteligentes “es importante que aprendan a relacionarse y a manejar las emociones negativas a través de sus padres, hermanos o amigos”.
El aprendizaje emocional ayuda a los niños a potenciar la autoconciencia, la empatía y las habilidades sociales, cualidades que les servirán para desarrollarse personal y profesionalmente desde bien pequeños. Habitualmente, el desarrollo de este tipo de habilidades comienza a verse en niños de entre 3 y 5 años cuando estos tratan de expresar, comprender y controlar las diferentes emociones que les rodean.
¿Cómo trabajar las emociones a través del juego?
Algunos niños encuentran dificultades a la hora de expresar e identificar las diferentes emociones que van experimentando. Trabajarlas a través del juego y los juguetes para el desarrollo emocional hace que los más pequeños puedan identificarlas a su alrededor, un hecho primordial a la hora de enseñar las emociones.
Dependiendo de la edad de los niños, estos experimentan una serie de emociones u otras. Por ejemplo, los niños de entre 2 y 3 años ya comienzan a experimentar emociones complejas como la vergüenza, el orgullo o la culpa, relacionadas tanto con el descubrimiento de sí mismos como con las relaciones sociales que tienen con las personas que les rodean. En este sentido, apoyar la educación emocional desde el hogar es fundamental para que el niño tenga un conocimiento completo y un mayor desarrollo de sus habilidades sociales para el futuro.
Entre los 3 y los 6 años influye enormemente en sus emociones el dominio del lenguaje. A través de él pueden definirlas y conocerlas en mayor medida, además de empezar a ser conscientes de que según cómo se comporten pueden producir unas emociones u otras. Una emoción que suelen experimentar los niños a partir de estas edades es el miedo, tanto a la oscuridad como a seres imaginarios debido a su creciente creatividad.
Aprende las emociones y los valores jugando con Miniland
La colección “Emociones y Valores” de Miniland está diseñada para mejorar el desarrollo emocional de los más pequeños. A través de dinámicas de juego, los niños podrán tanto comprender las emociones y los valores como crear una mayor autoconfianza y empatía con los que les rodean. Una forma divertida y única de trabajar la educación emocional mediante diferentes juguetes didácticos:
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Emotions detective. Se trata de un juego dirigido a niños de entre 3 a 6 años para tratar los conflictos que les surgen durante el día como si fueran auténticos detectives. A través de tarjetas de acción en las que aparecen personajes en distintas situaciones cotidianas, los más pequeños pueden conocer y gestionar las emociones mientras dialogan y se divierten entre ellos. La “lupa mágica” será la encargada de desvelar a los niños la solución al conflicto permitiéndoles obtener estrellas como recompensa a cada uno de sus aciertos. ¡El juego perfecto para potenciar la empatía en el hogar!
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Diversity hotel. Inculcar en los más pequeños el valor de la diversidad para favorecer la igualdad y la integración de todas las personas es primordial en una sociedad multicultural como la actual. A través de este juego de preguntas y respuestas los niños de entre 3 y 6 años podrán conocer distintos personajes de diferentes culturas y ampliar sus conocimientos acerca de la realidad social, siempre fomentando el respeto y aportando un aprendizaje en valores.
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Scared pancakes. Controlar los miedos en la infancia es primordial para poder desarrollar las habilidades sociales y aumentar la autoestima. Mediante este juego, los niños de entre 3 y 6 años podrán trabajar sus miedos más habituales y aprender a gestionarlos. Cada tortita representa un miedo el cual tienen que superar a través de la expresión de sus emociones. Una vez superado el miedo, los niños podrán voltear la tortita para favorecer el entendimiento de los más pequeños.
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Emoticapsules. Cada una de las cápsulas representa una emoción diferenciada favoreciendo la identificación y la gestión de las mismas. En ellas los niños pueden guardar juguetes o dibujos que representen cada una de las emociones para mejorar el entendimiento y la asociación de conceptos de los más pequeños. Este juego está diseñado para niños de entre 2 y 6 años y con forma de matrioska para facilitar tanto la manipulación por parte los niños como el guardado.
Favorecer el aprendizaje en valores de los más pequeños a través de juguetes didácticos es la mejor forma de fomentar su desarrollo personala la vez que se divierten. La colección “Emociones y Valores”, compuesta por juguetes para el desarrollo emocional, es ideal para que los padres puedan impulsar este tipo de educación en el hogar y colaborar con el aprendizaje de sus hijos desde pequeños.